La otra noche soñé con la muerte, vino a mí como un terrible fantasma en una obra de Goethe. Le pregunté por qué me seguía y no me dio respuesta, y si me la dio, no la entendí. El breve tiempo en el que logré dormir bien se ha ido.
Mi amigo era «K», seguramente el «K» kafkiano que he idealizado por su fatal proceso. No tenía rostro, sí una increíble personalidad. Me ordenaba que aumentara las operaciones, me decía que había mucho por hacer. Nunca entendí que quiso decir con «operaciones», pero cualquier cosa que «K» me pidiera la realizaba. Si me decía que asesinara a los gitanos, lo hacía. Si era preciso ahorcar a los prisioneros en el lote de atrás, los ahorcaba.
El nieto de «K» vivía con nosotros, y aunque no lo vi nunca, seguidas veces escuchaba gritar: «¡abuelo, abuelo, ven rápido, mira como nieva!». La respuesta de «K» siempre era la misma: «sí hijo, está nevando gente».
Además de «K», los «otros» y yo, había una joven mujer que se dedicaba a la limpieza. Era muy atractiva y siempre la observaba, sin embargo ella nunca me respondía las miradas. Parecía ser muy infeliz. Los otros criados no parecían humanos: padecían de emociones tan intensas de tristeza que caían en lo aberrante.
Yo sólo era un soldado indiferente, atemporal e insensible que cumplía órdenes sin saber el porqué.
le futur
Hace 12 años
Está chido! Deberías explayarte un poco más y hacerlo una historia de terror! ea!
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