martes, 9 de febrero de 2010

Simpleza

Si comparo mi vida con la de una hormiga, me daré cuenta que la hormiga vive de una forma muy acelerada y su existencia es muy simple. Sus labores son sencillas: recoger alimento, cuidar los huevos o proteger al hormiguero. Mi vida es un poco más compleja, pero es más simple que las vidas de muchos. Cosecho aguacates cerca de Maravatio, en donde vivo, y los vendo una vez por semana en la central de abastos de Querétaro. Siempre me gustó tener una vida sencilla, y siempre buscaba simplificarla más.
Uno de tantos días que manejaba de vuelta a casa decidí que mi vida era demasiado compleja. No quería saber más de las complicaciones de tener una familia, unas milpas o de ir y venir conduciendo de un lugar a otro. En medio de la noche me bajé de la camioneta y empecé a caminar. Caminé y caminé, tanto que mis botas se desgastaron y quedé descalzo. Seguí caminando hasta que mis pies sangraron. Pensé que no podía seguir caminando así, por lo que empecé a ir a gatas hasta que mis pies sanaran.
Mi travesía hasta ahora no tenía sentido y no me había preocupado en dárselo. Disfrutaba ver el paisaje del camino. Llegó un punto en el que llegué a la costa. Me sentí un tanto aliviado por este hecho, ya que mis rodillas estaban muy maltratadas. Lógicamente no podía ni caminar ni gatear más, pero podía nadar. Así que simplemente nadé y nadé. Pensaba en que no podía cansarme, por que me hundiría o algún tiburón me atacaría.
En algún punto del mar, crei que la mecánica de mover los brazos y las piernas para mantenerme a flote era muy compleja, así que no la hice más. Y entonces ahí me quedé, simplemente flotando en medio de la nada.

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